Para casi todos era un día cualquiera pero para él no. Quizás lunes o martes, probablemente viernes, el cansancio de los seis días anteriores no le dejaba pensar con claridad. El centro de salud casi hablaba por sí mismo en su cabeza, el ambiente era lúgubre y sombrío, no importaba el color de las paredes porque todo se veía gris. Caminaba en uno de los pasillos, paso tras paso la incertidumbre lo agobiaba hasta que su marcha se detuvo irremediablemente: había sentido algo en la parte posterior de sus piernas.

Todo comenzó el 26 de noviembre de 1967 en Caracas, ese día fue muy especial para una familia pues llegaba al mundo su primer hijo. El señor y la señora eran amantes del deporte y con mucho cariño recibían al bebé, que llevaría por nombre y apellido Carlos Feo, aunque más adelante en su vida lo conocerían como “Carlitos Feo”.

Los primeros años de su infancia fueron un idilio, parecían sacados de un libro de cuentos. Era un niño saludable que crecía en un hogar lleno de amor pero también de disciplina. Poco después tuvo una hermanita, ellos vivían en la alta Florida y la cercanía entre los hogares hizo que sus vecinos se convirtieran de cierta manera en sus “primos hermanos”, personas con las que compartió gran parte de su juventud.

Todos los días de Carlitos eran diferentes entre sí pero algo los unía: el béisbol. No habrá visto El Ávila a un muchacho que ame tanto a este deporte; su papá era un gran conocedor del juego y su mamá también compartía toda esa pasión; de hecho, ella era la delegada de los equipos en los que él participó y siempre acompañaba a su retoño a donde fuera.

El jovencito era delgado, con buenas cualidades atléticas, pasaba sus días entre caimaneras, prácticas, juegos de chapitas y partidos, que se hacían en la calle, en los campos de la capital o en un  lugar al que le guarda muchísimo cariño: su escuela, el Colegio La Salle La Colina. Ahí estudió durante años, conoció grandes amigos y de cierta manera comenzó a idear su futuro.

Decisiones complicadas

Poco a poco crecía y dentro de sí se forjaban sueños, deseos inconmensurables de ligar su profesión a tan maravillosa actividad se asentaron en su mente. Tenía talento en el terreno, era un gran jardinero, pero también tenía visión para comprender el juego; su papá había sembrado esa semilla con sus conocimientos y dentro de él germinó de muy buena manera hasta tal punto que cuando en su equipo había problemas con el manager, él mismo quería dirigir.

En cuarto año se manifiesta su amor por la radio y le llega la primera oportunidad de trabajar en el medio, pero a su mamá le daba miedo que el muchacho no tuviera una carrera universitaria, al año siguiente lo contratan para ser comentarista de Cocodrilos de Caracas en la Liga de Verano en el Estadio Cesar Nieves de La Guaira, allí creó un montón de recuerdos inolvidables que servirían como precedente para lo que vendría después.

Posteriormente sale de bachillerato, su objetivo de estudiar comunicación social en la Universidad Central de Venezuela era más que evidente pero la fortuna no le quiso sonreír: ese año hubo una huelga en la universidad y como consecuencia unieron a su promoción con la siguiente, eran entonces el doble de muchachos que peleaban por la misma cantidad de cupos: Carlitos quedó por fuera.

Mamá le pidió encarecidamente que sacara una carrera para tener un buen futuro y entre todas las opciones se decantó por una poco predecible: Contaduría Pública en la Universidad Santa María. “Recibí una beca en la USM por mis buenas condiciones para jugar y la verdad es que sin darme cuenta me gradué, el tiempo pasó muy rápido y después de eso era hora de ir a lo mío”, recordó Feo con cierta nostalgia.

Pero en medio de ese transitar en la educación superior pasó algo: Comenzó a trabajar para pagarse sus abonos en el Estadio de la UCV y ver el béisbol profesional de Venezuela. Su familia siempre había ido al lugar y su gusto por observar el juego desde lejos para tener una mejor perspectiva lo llevó a comprar asientos cerca del palco de prensa: ahí algunos periodistas comenzaron a interactuar con él hasta que un día lo invitaron a un programa de radio, ya no había vuelta atrás.

Sus inicios en el medio se habían dado previamente en Radio Dinámica pero poco después pasó a Radio Deportes y allí empezó a tener diarismo; a pesar de algunas limitaciones con respecto a la calidad de la señal pudo encontrarse con sus ídolos del periodismo deportivo: Carlos González, Beto Perdomo, Carlos Alberto Hidalgo, entre otros. Todo era como un sueño para el joven muchacho.

Salto al éxito

A principios de la década de los 90 la organización Tiburones de La Guaira se contacta con él luego de haber seguido su trabajo y le ofrecen formar parte del staff de comentaristas, allí compartió con figuras como Héctor Cordido y vivió varios años particularmente bonitos, además, el equipo jugó varias veces en el Cesar Nieves y eso fue muy especial para él porque lo conocían desde hacía mucho tiempo.

En 1993 ocurre algo que cambiaría su vida: La radio de Tiburones y la de Navegantes del Magallanes pertenecían al mismo circuito. En la de los eléctricos había voces como las de Carlos Tovar Bracho, Beto Perdomo, Dámaso Blanco y Humberto Acosta, este último tenía que cumplir con sus compromisos en el Diario El Nacional y debido a que tenían que viajar casi todos los días de Caracas a Valencia decide dar un paso al lado. Entonces Juvenal González se le acerca a Carlitos Feo y le pide que cubra la vacante que dejó Acosta, Carlitos lo niega, tanto por la magnitud del compromiso como por sus buenas sensaciones en la radio de Tiburones, a lo que el señor González le coloca una mano en el hombro y le dice “¡Muchacho, tú te vas ya mismo para magallanes! No le tengas miedo al éxito”.

Poco después de todo esto vio llegar a su primer hijo, a este le sucedió otro muchachito y luego nació su hija, todos con un buen tiempo de diferencia entre ellos. Un día su hijo mediano comienza a tener complicaciones de salud, tenía tan solo tres años y tuvo que ser ingresado a terapia intensiva, luego de seis días Carlitos ya no sabía qué hacer, se sentía desesperado, agobiado, caminaba en uno de los pasillos, paso tras paso la incertidumbre lo agobiaba hasta que su marcha se detuvo irremediablemente: había sentido algo en la parte posterior de sus piernas: era su pequeño, que de la nada había salido a abrazarlo sin que él se diera cuenta: en ese momento a Carlitos le vino el alma al cuerpo, el cariño incondicional hacia sus muchachos siempre ha sido su principal combustible. Unos días después el pequeño salía del lugar sano y salvo.

Carlos también es un referente en la televisión; comenzó a principios de los noventa en el Canal 12. Luego, de manera simultanea a su trabajo en la nave turca pasó por Televen y narró el año en que Medias Blancas quedaron campeones de la MLB. Posteriormente DirecTV lo contrata en un puesto bajo, tanto que sus relatos ni siquiera se escuchaban en Venezuela sino en Puerto Rico, pero finalmente se consagra como “titular” en el canal.

Actualmente es una de las figuras más importantes de la narración en el béisbol nacional. Tiene 26 años de manera ininterrumpida en el circuito de Magallanes (nadie ha durado más que él) y es una de las figuras del staff de DirecTV Sports. Pero lo que más sobresale de su personalidad es su carisma, su gran corazón y la capacidad de bañar de béisbol con su voz todos los lugares a los que llega la señal de la radio o la televisión.

Ángel Torres

Director y redactor

20 años – Amante de las perspectivas diferentes y de las historias. Incondicional fanático de la práctica de todo tipo de deportes.

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