Noche serena en Valencia, incrustada en el medio de una lamentable realidad convulsa plagada de lluvias y desastres. La naturaleza quiso disponer de un buen clima para aquel segundo día de faena en el Forum; sin frío ni calor.

Afuera del recinto una marea de humanidad se agolpaba mientras intentaba entrar. La cantidad de personas, a pesar de ser innumerable, resultaba lógica en un partido de final de la máxima categoría del baloncesto venezolano. Adentro, el colorido de las sillas del gimnasio se volvía menos perceptible mientras la gente conseguía entrar y ocupaba su lugar impasiblemente.

En un rincón de la parte superior de las gradas, un puñado de fanáticos vestidos de rojo gritaban con entusiasmo. Era la «Barra Sauria», que había acompañado al conjunto visitante en la odisea de arrebatar un juego a Trotamundos en su propia casa, en una final que muchos expertos consideran algo descompensada… Luego de calentamientos, saludos y demás protocolos, había llegado la hora de escribir un nuevo capítulo en la accidentada tradición del baloncesto venezolano. Cocodrilos de Caracas y Trotamundos de Carabobo se medían por segunda noche consecutiva.

Los primeros minutos siguieron el confuso guión habitual, en el que ambos equipos intentaban descifrar al otro e imponer su ritmo en cancha. Luis Bethelmy abrió el marcador por los caraqueños y César García lo siguió. Los de la capital picaron adelante en cuestión de segundos. Cubillán despertó al público poco después con un doble…

Los saurios dominaban 16 – 13 con poco más de un minuto por jugar del primer cuarto. Quiebre rápido, Jhornan Zamora hace un pase de unos diez metros a Elvis Báez, que se posiciona a 45º con respecto al aro y ejecuta un triple que levanta a todo el recinto. Un instante después, otra incursión infructuosa de Caracas y Zamora coloca dos más en el contraataque. La pizarra mostraba un frenético 18 – 16.

Una grata sorpresa

Cánticos incesantes, gritos y silbidos se escuchaban en intervalos de tiempo indefinidos. «¡Vamos, Cocodrilos! ¡Vamos, Cocodrilos!», y la barra visitante no paraba de apoyar a los muchachos vestidos de gris y rojo. Abajo las cosas seguían igual; Trotamundos intentaba mantener una ventaja que hasta ahora resultaba incipiente. No obstante, en unos cuantos minutos consiguieron una brecha de siete unidades.

No todo era sombras para los capitalinos. Montero, Solano y Guerrero continuaban cargando al equipo, como había ocurrido durante gran parte de la campaña, pero esta vez se sumaba una pieza interesante: Anyelo Cisneros. El joven de casi dos metros de altura demostraba buenas maneras sobre el tabloncillo, defendía con intensidad hasta tal punto que Dwayne Davis —su marca asignada por momentos— pedía desesperadamente bloqueos y cortinas para quitárselo de encima. Además, no mostraba miedo a tomar tiros o a internarse hacia una pintura plagada de jugadores de alto calibre.

La primera mitad también volvió a ilusionar a los caraqueños, pues, a pesar de haber estado en desventaja durante parte del juego, una cesta debajo del aro de Bethelmy les permitió cerrar arriba en el score con un inmutable 34 – 32. Ambos equipos se iban entonces al vestuario con cierta indiferencia en sus semblantes.

Imprecisiones en el tabloncillo

A pesar de que en el primer encuentro Trotamundos consiguió un ritmo avasallador, en esta ocasión los jugadores de lado y lado no lucían particularmente certeros en sus ejecuciones. Probablemente producto de los ajustes defensivos o del ímpetu mental de jugar una final. Lo cierto es que al volver de los vestuarios, los de Caracas parecían capitalizar de cierta forma este conjunto de acciones.

Bien entrados en el tercer cuarto, los visitantes se mantenían arriba entre periodos de ventajas alternas. La pizarra indicaba un 41 – 37 y Colmenares convierte un gancho muy cerca del aro que permite a los carabobeños recortar dos más a la distancia. En este punto, Cubillán levanta los brazos e intenta meter al público mientras vuelve a defender. Con el correr del reloj, el Forum intentaba responder al gesto, y a pesar de haber empatado y tener la oportunidad de irse arriba al finalizar el periodo, Bethelmy silenció por completo el recinto con un triple en el último segundo. 55 – 53 para Caracas.

Final esperado

No son pocos los conocedores de baloncesto que han hecho énfasis en una supuesta descompensación en favor a Trotamundos con respecto a su plantilla. Para ese grupo de periodistas y hombres y mujeres de baloncesto, el periodo final entonces no habría sido una sorpresa.

Luego de anular la brecha conseguida por Cocodrilos, los de casa se fueron arriba poco a poco. Para ese punto, Solano tenía cuatro faltas personales y tuvo que pasar una buena cantidad de tiempo sentado por el riesgo a salir del encuentro. Allí, Néstor Salazar comenzó a hacer uso de sus rotaciones y las figuras del «Expreso Azul» salían y entraban constantemente, lo que les permitía tener las piernas más frescas.

Triples que levantaban al público, decepción en el rostro de la visita, un ambiente que hacía sentir el trofeo cada vez más cerca de Valencia… Los minutos finales, a pesar de no haber estado marcados por una brecha considerable, no fueron más que un trámite. Independientemente de los movimientos de Carl Herrera, los de la capital no conseguían descifrar el enigma y se tuvieron que ir a casa con un 77 – 66 adverso.

De esta forma terminaba una historia más, dentro de la rica trayectoria de estos dos equipos que habían tenido que esperar más de dos décadas para verse las caras en una final nuevamente. Ahora la serie marcha 2 – 0 en favor a Trotamundos, pero si algo es cierto en el deporte es que la confianza puede resultar peligrosa. Habrá que esperar hasta el 23 de octubre para seguir viviendo esta emocionante historia.

Ángel Torres