No todas las grandes historias parecen estar escritas a la perfección, como si de un guion se tratase. Hay relatos extraordinarios que parten de vidas aparentemente ordinarias, cuyos protagonistas consiguieron hazañas que rozan lo épico, en base a esfuerzo y convicción propia. Tal es el caso de Luis Sardiñas: un muchacho nacido en un pueblo, que llegó a jugar en la mejor liga de béisbol del mundo…

Upata es una localidad ubicada en el estado Bolívar. Con respecto al centro del país se podría decir que es un lugar considerablemente remoto, aunque su posición dentro de la región trajo años de auge económico. Allí nació el hijo de Rosa y Alexander el 16 de mayo de 1993. Su nombre sería Luis Sardiñas.

Su infancia estuvo marcada por el béisbol. Luis llegó a esta disciplina a la edad de tres años y a diferencia de muchos niños venezolanos, sus padres nunca tuvieron expectativas con respecto a que él fuera grandes ligas; la idea era que se divirtiera. Durante aquel primer juego, el pequeño protagonista de esta historia chocó la bola y esta se convirtió en un hit, aunque él no era muy consciente de lo que pasaba y no supo hacia donde correr. Esta sería la primera de muchas anécdotas en la vida de un pelotero alegre.

El tiempo trajo consigo muy buenos destellos de talento. Sardiñas estaba presente en todos los nacionales de su categoría. Ya no vivía en Upata, se había mudado de allí a los dos años, ahora residía en Puerto Ordaz. La vida fuera del terreno era interesante, le encantaba jugar a ser mecánico junto a su abuelo. Todavía era pequeño y en su hogar se vivieron momentos duros. Hubo épocas en las que tenían que estar mudándose de casa constantemente.

Creer más que nadie

Todo esto lo marcó ciertamente. Durante un periodo tuvo que trasladarse de nuevo a Upata y se vio obligado a viajar de allí a Puerto Ordaz todas las mañanas para poder estudiar. No obstante, él ya tenía claro lo que quería en la vida: ser beisbolista profesional. Su mamá no veía con buenos ojos esta idea, pero no podía hacer mucho al respecto, ya la meta estaba fijada.

Con 15 años llega uno de los momentos más difíciles de su vida: se muda a Ciudad Bolívar de manera permanente para poder conseguir “la firma”. La señora Rosa insistía en que se quedara estudiando, pero de nuevo se topó de frente con la determinación de su muchacho.

El primer paso llegó, Tiburones de La Guaira se hizo con sus servicios y allí empezó su andadura por el mundo de la pelota. Llegó al Estadio Universitario en 2008 y ahí conoció a alguien que marcaría por completo toda su estancia con los escualos: Rubén Segnini, quien es preparador físico del conjunto.

Una de las primeras cosas que le dijo Rubén al verlo fue: “¿Muchacho qué clase eres tú?”, a lo que Luis respondió “Yo soy grandes ligas”. La risa de Segnini fue casi inmediata y lo único que alcanzó a decirle fue “ponte a trabajar es lo que es”. Nacía en ese momento una gran amistad que iría más allá de los terrenos. Luis siempre recibió los consejos del experimentado preparador y los aprovechó al máximo para crecer.

Comienzos en la LVBP

Sardiñas no llegó a debutar durante aquellos primeros años. Tuvo que esperar hasta la campaña 2013 – 2014 para estrenarse; durante esa primera experiencia dio 45 hits en 127 turnos y dejó un promedio de 354. Probablemente nadie se llegó a imaginar que llegaría tan lejos. Nadie a excepción de él mismo, que nunca dejó de creer en su potencial.

Ese mismo año de 2014 se presentó en la gran carpa por primera vez con los Rangers de Texas. Este fue el momento más importante de su carrera profesional. Aquellas tardes en Bolívar repletas de sueños, se habían convertido en noches en Arlington llenas de satisfacción. Había conseguido lo que todo niño venezolano ha deseado al menos una vez: jugar en el mejor béisbol del mundo.

Los años pasaron y Luis aprendía cada vez más. Llegó a sentirse como en casa en el Estadio Universitario, y trataba de sacarle todo el provecho posible a sus temporadas en la MLB. Para ese momento jugaba en los mismos terrenos en los que se desenvolvió alguna vez su referencia: Omar Vizquel, a quien veía en las portadas de sus cuadernos durante su niñez, cosa que dejó una huella en él. “Yo quiero ser como Omar” se propuso.

No obstante, no todo fue bueno. Sardiñas siempre tuvo que lidiar con el monstruo de las lesiones. De hecho, una de ellas estuvo a punto de truncar por completo su carrera, antes de siquiera haberla comenzado. Fue cambiado varias veces a distintas franquicias y tenía que lidiar también con la competencia salvaje que había por conseguir un lugar en las mayores.

A pesar de todo, siempre intentó sacarle lo positivo a todo lo que le pasaba. Una de sus consignas es darle más valor a lo que siente que a los resultados mismos. Si hay una muestra clara de esto son las anécdotas que ha vivido… Por ejemplo, en un par de ocasiones, con su equipo abajo por mucho en el marcador, el manager le preguntó si podía pichar, y él con su actitud positiva y sin tener miedo le dijo que sí, así sacó un par de innings en el mejor béisbol del mundo.

Actualmente espera otra oportunidad para poder jugar en las grandes ligas. Luego de haber pasado por varias divisas, tiene que intentar enamorar de nuevo a algún equipo con buenas participaciones en otras competiciones, como ligas menores o invernales. Esto no será problema para alguien que ve la vida con una actitud aguerrida y alegre.

Luis Sardiñas es de esos peloteros distintos, que tienen una percepción de las cosas muy completa. Gracias a su determinación ha conseguido lograr todo lo que se propuso y estamos seguros que lo continuará haciendo. Aunque ahora tiene por delante uno de los juegos más importantes de su vida: el de criar a su hijo Sebastián junto con su esposa.

Desde aquí te deseamos mucha suerte y el mejor de los éxitos.

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