En Venezuela, los fanáticos del fútbol recuerdan con cariño la Copa Libertadores del año 1999. En ese torneo se dio una de las mejores actuaciones de un equipo criollo en el marco internacional. Además, para muchos esta sería la chispa para encender el «boom vinotinto» comandado por Richard Páez.

Sin embargo, en los cuartos de final de aquel certamen, Estudiantes de Mérida fue eliminado por la escuadra paraguaya Cerro Porteño, con un global de 3 a 4 (3-0 en Mérida a favor de Estudiantes y 4-0 en Asunción a favor de Cerro Porteño). Parecía entonces, que faltaba la cuota de jerarquía que una estrella le puede dar a un equipo, y pues, ¿podría alguien imaginarse a aquel ya poderoso Estudiantes con El Pelusa haciendo de las suyas en su delantera?

Aunque no lo parezca, sí era posible. En el sorteo de aquella Libertadores, que se realizó en Argentina a finales de 1998, a César Guillén Lamus —entonces presidente de Estudiantes de Mérida—, en una conversación con el entrenador Antonio D’Accorso se le ofreció el fichaje de Diego Armando Maradona. Y es que, «El 10» nunca llegó a disputar esta tan ansiada competición. La Libertadores siempre le fue esquiva a Maradona y por esta razón se le buscaba ampliar la lista de rivales y torneos que exigieran al Diego. Además, corría el año 1998 y ya llegaba el ocaso de lo que era su leyenda, así que de hecho, más bien estaría volviendo de un retiro.

Sin embargo, Guillén Lamus dijo que no… En una entrevista con Giuliana Pasquali para El Clarín, el entonces presidente del rojiblanco afirmó que: «Se sabía que Maradona estaba con problemas personales, el consumo de algunas sustancias no lícitas, y por eso manifesté un ‘no’ rotundo en la primera conversación. Lo que menos quería era traer a mi ciudad los problemas que podían generarse en torno a Diego».

Entonces, la única condición para que el «genio del fútbol mundial» llegara a la ciudad de los caballeros era que se mudara con su familia, su esposa y sus hijas, ya que «por ahí, con la familia, era posible que actuase de una manera distinta», aseguró Lamus.

La intercesión del entrenador

Antonio D’accorso llegó a entrenar a Estudiantes de Mérida y a Argentinos Juniors. En este último tuvo la oportunidad de dirigir al «Diegote» y ser el primer entrenador en hacerle utilizar la casaca n°10. D’accorso quería llevar al astro argentino a Venezuela, así que realizó los movimiento pertinentes para concretar esta hazaña; se comunicó con Guillermo Coppola, representante de Maradona y organizaron un encuentro…

«Lamentablemente, esa reunión iba a ser en medio de una fiesta que hacían en la casa de él y me negué, porque eran conocidos los modos y medios de hacerlo. Tenía que ser algo normal, no en ese contexto. Ahí terminó la aventura». Sentenció César Guillen Lamus.

D’accorso, con la confianza que le tenía al «pelusa», intentaba convencer a Lamus a toda costa. Llegaba a decirle al presidente cosas como que «Había que analizarlo como jugador… Como persona tiene las miserias que tenemos todos los hombres”. Se conocían bien el coach y Maradona; compartían asados con sus familias, charlas de sobremesa y partidas de cartas en los que, según aclara, “Diego sobresalía siempre”.

En una de tantas conversaciones, a Ricardo Bochini, ex-jugador e ídolo de independiente de Avellaneda, en un local icónico llamado «La Cantina de Arnoldo», le contaba D’accorso sobre la situación:

—¿Qué te parece, Bocha? le quiero llevar a Diego y no quiere saber nada

—¿Cómo lo vas a llevar a Diego a Venezuela?

Hacía referencia a la situación que atravesaba «El 10» con el abuso de sustancias ilegales. Esas palabras dejaron sin aliento al experimentado entrenador debido a su cariño por el pelusa, quien aseguró que «la droga le hizo mucho daño».

El desvanecimiento del sueño

Desde el punto de vista económico, la contratación era factible y los otros socios del equipo llevaron a cabo estrategias para realizar el fichaje, que iban desde el correspondiente movimiento publicitario hasta los derechos de transmisión de los juegos. Parecía que todo podía encaminarse a la adquisición del jugador, a pesar de la negativa del presidente de la institución.

Sin embargo, Maradona, en aquel retiro en que se encontraba, decidió partir hacia Punta del Este, lo que complicó todavía más las reuniones posteriores. Aunado a esto, la que ya se había planificado no dio sus frutos por las condiciones expuestas por Coppola, así que poco a poco se fue disipando la idea de ver a Diego jugando en la cancha del mítico Soto Rosa de Mérida.

Al final, César Guillen Lamus antepuso los valores éticos y morales de la Ciudad de Los Caballeros y también los de la institución. «Las convicciones del presidente hicieron que no quisiera a Diego en su equipo», aseguró D’accorso, quien también dio fe de la integridad del entonces presidente rojiblanco. Y es que tener a una estrella de la dimensión de Diego Armando Maradona en su equipo parecía un sueño, un sueño que para los románticos del fútbol merideño, nunca se hizo realidad.

Jesús Carnevali